El lenguaje trasciende su función básica de comunicación para convertirse en iniciador de realidades y percepciones. Según la Biblia, Dios creó el mundo al nombrarlo; para el existencialista Jean Paul Sartre, la palabra devela la realidad y nos permite asirla; por su parte, Friedrich Hölderlin sostenía que el poeta, al nombrar, creaba nuevas posibilidades.
América Latina, un crisol de diversidad cultural y lingüística, es un buen ejemplo del impacto que el lenguaje ha tenido en la construcción de naciones, en forjar políticas, en celebrar culturas y, en ocasiones, en perpetuar divisiones.
En México y Brasil, por citar dos países con distinto idioma, el lenguaje es un lienzo viviente de su rica historia indígena y colonial. Palabras como "chocolate", derivadas del náhuatl "xocolātl", y "carnaval", que llegó a Brasil a través de influencias europeas, son más que simples términos; son testamentos de una fusión cultural. Estas palabras no sólo designan un alimento o una festividad; también esbozan una imagen de dos sociedades forjadas a través de confluencias y contradicciones históricas.
El poder del lenguaje para movilizar a las masas y catalizar cambios sociales es evidente en los movimientos políticos y activistas de la región. Las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, con su lema "Aparición con vida", transformaron este enunciado en un poderoso llamado a la justicia durante la última dictadura militar. En Bolivia, la revitalización de idiomas indígenas, como el quechua y el aymara, han afirmado la identidad indígena al mismo tiempo que desafían las estructuras de poder históricamente excluyentes.
En el ámbito educativo, el impacto del lenguaje en la promoción de la equidad es igualmente significativo. Iniciativas en Chile y Colombia han integrado lenguajes y dialectos locales en los currículos, reconociendo la diversidad lingüística como un recurso valioso más que como un obstáculo para el aprendizaje. Estas iniciativas mejoran la comprensión del material por parte de los estudiantes y revelaron sus identidades culturales, contribuyendo a la creación de entornos educativos más inclusivos y justos.
El relación a la justicia social, la equidad y la inclusión, el lenguaje vivo acuña nuevos términos y palabras, como es el caso de “feminicidio” o “aporofobia”, que es el odio o aversión a las personas de escasos recursos. Estas dos palabras surgen para nombrar y evidenciar situaciones que surgen en la realidad cambiante.
En cuanto al debate sobre el lenguaje inclusivo de género y la propuesta de adoptar terminaciones neutrales como "e" y "x" en palabras como "niñes" o "todxs" encontramos la viveza del idioma y su disposición al cambio. Sin embargo, es conveniente no olvidar las reglas gramaticales del español y saber que la existencia de las palabras, “no binario”, “transgénero”, “bisexual”, entre otras, es ya un reconocimiento de la realidad y una invitación a abrazar la diversidad sexual.
Como hablantes y creadores de contenido, tenemos la responsabilidad de usar el lenguaje conscientemente, no sólo para describir el mundo en que vivimos, sino para moldear el mundo que deseamos construir.
"La libertad requiere igualdad"
@susanademurga
Kommentare