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Foto del escritorSusana de Murga

Migración y otredad


Migración

La migración es un fenómeno que ha acompañado a la humanidad a lo largo de su historia. Desde siempre, los migrantes buscan oportunidades lejos de la tierra que se las negó o huyen de conflictos, y recomienzan con esfuerzos laborales y personales para integrarse a una sociedad que suele percibirlos como extraños.


Es una realidad que el proceso de adaptación, tanto para los migrantes como para los ciudadanos originarios, es un camino de aprendizaje mutuo. Para los primeros, se trata de encontrar un equilibrio entre preservar sus raíces y sumergirse en una nueva cultura: aprender el idioma, entender las costumbres locales y comprender el sistema social. Sin embargo, más allá de las barreras lingüísticas o legales, los migrantes deben lidiar con la percepción de ser “el otro” incluso cuando la globalización es la norma.


Esos “otros”, que siguen mirándose con recelo, aportan una riqueza cultural invaluable: sus tradiciones, su gastronomía y su visión del mundo enriquecen al país que los acoge, pues la pluralidad es beneficiosa para la genética, la cultura, el deporte, la competitividad productiva y la división del trabajo.


En este momento histórico enfrentamos la amenaza de una mayor criminalización del migrante porque se le categoriza como ese “otro causante de todos los males”. Es sin duda una mirada simplista e irresponsable que desconoce la injerencia de los países desarrollados en la miseria y las guerras que ocurren en el resto del mundo.


Es innegable que los conflictos armados, el comercio desigual, los embargos económicos, los mercados negros manejados desde las cúpulas del poder, como es el caso del narcotráfico y las armas, están entre las principales causas de migración. Son formas modernas del colonialismo que sigue dando lugar al desplazamiento sistemático de personas.


La población multirracial de Europa proviene de las colonias que cada país tuvo en siglos anteriores; la diversidad de Estados Unidos es el origen mismo del país, es decir, la migración ha ofrecido espíritus luchadores que fortalecen las economías, pero a la par existen grupos contrarios a la diversidad y fanáticos de encontrar responsabilidades fuera de ellos mismos, esta última actitud es tan peligrosa que causa odios ciegos, odios sin destinatarios precisos, odios contra grupos, tal cual hizo el nazismo. 


En la época más oscura de la humanidad, el “otro” era el judío por adinerado y gregario, el gitano por pobre, también por gregario, los homosexuales por sus gustos distintos, los discapacitados por su reducida utilidad. Ahora los “otros” son palestinos sin hogar por si tienen algo en común con un terrorista, son los del partido político contrario porque en ellos se pueden depositar los miedos, son los migrantes por si se les ocurre delinquir. 


El “otro”, antes y hoy, es un desconocido, aunque se sepa su nombre, revestido con nuestros prejuicios e intereses. De estas oscuridades del alma nacen los “ismos”, esas posiciones radicales que se ensañan con las diferencias en lugar de celebrarlas, que señalan y criminalizan en lugar de respetar y aprender, que se apegan al conservadurismo en un mundo cambiante, olvidando que las mayores herramientas de supervivencia del ser humano son su capacidad de adaptarse y la formación de sociedades participativas e integradoras.


"La libertad requiere igualdad"

@susanademurga


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