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Foto del escritorSusana de Murga

Reflexiones sobre desastres naturales y preparación comunitaria

Actualizado: 7 nov 2024


Desastres naturales

Los desastres naturales, desde que existe registro, son fenómenos que rebasan la capacidad de reacción del ser humano. Hoy día, a la desgracia se añade un elemento culposo debido a las acciones del hombre que intervienen en el cambio climático.


El calentamiento global es un hecho; también lo son los cambios cíclicos del clima terrestre y la sobreproducción de desechos humanos que afectan la atmósfera. De igual forma, es innegable que conviven dos visiones sobre el cambio climático: mientras que para unos las políticas climáticas representan una amenaza a la libertad individual; para otros, la evidencia de los últimos estragos causados por huracanes como Katrina, Otis y la tormenta DANA ponen de manifiesto el peligro del aumento de la temperatura.


Ambas percepciones parten de la experiencia y deben atenderse porque nadie apuesta por el calentamiento ni tampoco porque este sea utilizado para beneficio de unos cuantos.


Los desastres recientes evidencian la falta de planes de acción que van desde el aviso oportuno hasta esquemas de evacuación y, sobre todo, de rescate y apoyo a las poblaciones afectadas.


Con Katrina y con la reciente DANA fue la escasa coordinación entre los distintos niveles de gobierno lo que complicó la movilización de recursos humanos y materiales. 


En el caso de México, el historial de terremotos ocasionó la institucionalización del plan DN3 a cargo del Ejército, quien no requiere la orden del Ejecutivo para intervenir en situaciones de emergencia.


Sin embargo, los peores desastres van acompañados de desinformación, de intentos de lucro político y económico, de recursos escasos, de actos rapaces, pero también de la más noble solidaridad entre los ciudadanos.


Lo triste es que esa solidaridad se diluye con el tiempo. La empatía ante las pérdidas humanas, que son solo la punta del iceberg; es absoluta frente a la escasez de víveres, pero se olvida de la carga económica, laboral, de desplazamiento forzoso y de los problemas de salud mental que recaen en los sobrevivientes.


La destrucción de infraestructuras, junto con el aumento del desempleo, exacerba las desigualdades existentes, aumenta la vulnerabilidad de los afectados y profundiza los círculos viciosas de pobreza y delincuencia.


La construcción de una cultura de resiliencia es un esfuerzo conjunto de las autoridades y la sociedad. Los gobernantes deben desarrollar planes de emergencia claros y fomentar la educación pública sobre prevención y respuesta a desastres. Por su parte, la sociedad tiene la responsabilidad de informarse, participar en simulacros y construir redes de apoyo comunitario.


Sólo en conjunto puede enfrentarse lo imprevisible de la naturaleza. 


"La libertad requiere igualdad"

@susanademurga


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