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La Vida en un Hilván

RESEÑA

 

Siempre entre dos mundos: Susana de Murga y La vida en un hilván

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«Debe de ser la Nutella», intuye la protagonista de la primera novela de Susana de Murga, La vida en un hilván (Felou ed., 2008), tratando de hallar una respuesta ante su depresión. Rito iniciático, pero también exploración pos-trauma, Susana traza la vida de Lucía, una mujer que regresa a la Ciudad de México tras haber vivido once años dentro de una orden religiosa. Esta ruptura interior es, además, una ruptura de tiempo; la forma novelística que Susana elige para debutar en el mundo literario es todo menos convencional. Susana concibe la historia como un rompecabezas; si bien se trata de un tiempo fragmentado, ningún ángulo de la historia permanece irresoluto.

 

El vertiginoso ir y venir en la narración refleja cómo los fantasmas del pasado de Lucía repercuten en su presente, y cómo su presente insinúa un futuro cargado de miedos e incertidumbre. Para matizar este efecto, Susana recurre a dos narradoras: una se sumerge en los pensamientos de Lucía, la siempre recatada y sumisa; la otra es una pariente que contrapuntea aquel devaneo de sumisión con un humor ácido que critica al modo de vida conservador mexicano. Reflejar la hendidura interna de una mujer que ha sido influida por tantos dogmas no es sencillo. Susana se centra en la encrucijada moral de Lucía que siempre está entre dos mundos o dos verdades, en una línea que la separa de los otros. Ya sea en Roma, padeciendo la presión impuesta por Julia, una de sus compañeras, o en el D.F., supeditada a la visión de su madre, percibimos a Lucía como una extranjera, una errante. Vamos viendo cómo su intento por reincorporarse a la sociedad está lleno de trabas.

 

Página tras página descubrimos que la vida vocacional puede dejar en una mujer moderna un estigma poco favorable. El conflicto se desata cuando la protagonista opta por una vida convencional: casarse con un hombre que conoce en la iglesia, y que presume (y abusa) de ser muy correcto. El lector muchas veces se preguntará si acaso la vida de Lucía gira en torno a una imposición social, a una falsa complacencia; si acaso su vida matrimonial no es un gran autoengaño; si acaso lo mejor no sería, tal vez, derrumbar todo precepto y toda atadura, como más tarde sabremos ocurre debido a una infidelidad. Irresistiblemente, el autor aparta al narrador y decide hacer un comentario abierto; de modo que a mediados de la novela leemos: «Se olvida que las instituciones están formadas por personas, que son para ellas, no necesariamente para todas.

 

El error no consiste en no formar parte de alguna, sino en intentarlo siempre». Las mejores páginas de la novela discurren en los últimos pensamientos de Lucía, cuando decide asomarse al pasado para brindarle una lógica a su presente, recapitulando sus años perdidos en Roma, pues ¿de quién era la voz que le susurraba que ese era el mejor camino a elegir? ¿Cuál es, nos preguntamos junto con Lucía, la vida a la que ella debe renunciar? ¿La doméstica, monocromática y cargada de tabúes?, ¿o la vida de una mujer independiente y trabajadora que puede desprenderse de todo lo que produce insatisfacción? Poco a poco el lector entenderá a aquella joven más bien necia que, en su peregrinaje, descubrirá lo siguiente: las verdaderas iluminaciones quizá no sean las de índole religiosa, sino las que puedan brindar una verdadera libertad individual.

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