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Nacer entre rejas: infancias en prisión, vidas en pausa

Infancias en prisión

Para cualquier niño, su casa y su familia son el universo entero, para los pequeños nacidos en prisión el mundo carcelario es es su único referente: se acostumbran a dormir cuerpo a cuerpo con sus madres, a vivir entre mujeres, a los pases de lista, a las revisiones, a la escasez; sin embargo, contrario a lo que podría pensarse, viven a profundidad el amor materno y la protección, pues la vida de las reclusas cobra sentido con los cuidados y el amor.

Cabe mencionar que viven en apartados destinados a quienes maternan en reclusión.


Es el Artículo 36 de la Ley Nacional de Ejecución Penal el que permite a las mujeres convivir con sus hijos dentro del penal hasta los tres años de edad. Esta medida, más que una excepción, se ha convertido casi en costumbre a pesar de las deficientes infraestructuras para garantizar una crianza digna.


Según cifras del colectivo Reinserta, en 2022 había al menos 500 niños viviendo en cárceles mexicanas. Esta cifra, aunque impactante, no termina de reflejar el vacío estructural. No hay suficientes programas de estimulación temprana, ni personal capacitado en desarrollo infantil. Algunos penales improvisan estancias con dibujos en las paredes y juguetes donados, pero la infancia no debería oler a cloro, metal y encierro.


Además el mayor drama de estos pequeños es separarse de sus madres y de su entorno a los tres años, cuando de un día para otro son apartados de cuanto conocían. Para las mujeres la separación también es traumática.

Algunos niños van con familiares, otros terminan en albergues del DIF., pero en ambos casos la ruptura es radical. No hay protocolos adecuados de separación ni acompañamiento psicológico sistemático.


Lo que debía ser una medida excepcional se ha convertido en costumbre porque las mujeres encarceladas no dejan de ser esposas o amantes ni pierden el deseo de ser madres o de formar una familia.

La vida dentro de las prisiones sigue día a día y se llena de los mismos amores, deseos y pasiones que ocurren fuera de los muros.


Este artículo no pretende romantizar la maternidad en prisión ni negar la responsabilidad de quienes están privadas de la libertad. Pero sí busca hacer visible una realidad invisible: la de los niños no reconocidos por el sistema, que habitan un limbo jurídico y emocional, sin que nadie asuma plenamente la defensa de sus derechos. No están en el foco de los debates sobre justicia penal, ni en el diseño de políticas públicas de infancia. Son los últimos eslabones de una cadena que ya estaba rota antes de que ellos llegaran.


México necesita con urgencia una política integral que articule justicia con compasión. Que reconozca el derecho de los menores a vivir con sus madres sin enfrentar un entorno punitivo y separaciones dolorosas.


Existen alternativas: desde casas de transición supervisadas hasta estancias materno-infantiles con enfoque psicosocial. Pero estas requieren voluntad política, inversión y, sobre todo, una mirada ética que coloque a la infancia en el centro del debate penal.


"La libertad requiere igualdad"

@susanademurga


 
 
 

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