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Comala abarca toda la República

Updated: Oct 18, 2023


Comala es el mismo caso de Ayotzinapa

Las noticias llegan a las casas como pájaros de mal agüero, generan incertidumbre e incomprensión pues, al igual que las aves, no consiguen transmitir un mensaje claro. Nunca mejor y más trágico ejemplo que el de Ayotzinapa, 43 estudiantes desaparecidos sin exponer públicamente una razón coherente. ¿Por qué?, ¿qué hicieron? ¿La policía los agarró? ¿Los entregó al narco? ¿A quién hay que temerle? ¿Todos corremos el mismo riesgo?, se preguntan las familias en sus hogares. Lo cierto es que todo el gabinete presidencial parece moverse en el nuevo avión a tanta altura que su visión de la realidad está deformada.


Quizá desde las nubes es muy difícil apreciar los negocios cerrados por falta de ventas y cobros de piso. Tal vez, en las oficinas gubernamentales las cifras son de tal magnitud que el salario perdido por un trabajador desempleado es invisible. Es probable que los estudiosos de la macroeconomía se olviden de que la producción se compone de microeconomías. Puede ser también que desde los ventanales de los edificios públicos sea imposible notar que el gobierno no sólo no controla el narcotráfico sino que tampoco controla sus propias instituciones, como la policía.


Es muy factible que los funcionarios, centrados en sus mapas políticos, estudien a sus odiados contrincantes sin pensar en el resto de la gente. Sí, es probable que José Luis Abarca haya hecho del poder y la impunidad su escudo y su arma, pero igualmente es posible que ver arder a Guerrero y al Estado de México sea una golosina para el Ejecutivo Federal porque de todos es sabido que Eruviel Ávila y Ángel Aguirre no son santos de la devoción de los altos mandos. Aun conociendo todos estos hechos y posibilidades, los ciudadanos de a pie seguimos sin entender cómo y por qué desaparecieron los 43 normalistas que ya han sido buscados en fosas que ponen de manifiesto que el territorio nacional es una tumba; un Comala que abarca toda la República y en la que los muertos hablan en coro, hablan porque son un número exorbitante no por su nombre. Habrá que descender a los infiernos y buscar, sin saber si aún está vivo o muerto, al padre, pero también al hijo, al hermano y al compadre.


Habrá que esperar a que los muertos hablen o a que los pájaros canten en palabras para saber qué motivó la desgracia de Ayotzinapa, qué sistema hace posible algo tan atroz. Y habrá que hacer señales de humo en todos los hogares para que desde las nubes, desde los edificios de ventanas polarizadas y desde la miopía de las reformas estructurales, los gobernantes logren ver que el país se desbarata y que corre el riesgo de, en moronas y piedras, volver a la tierra que han convertido en Comala.

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